DOCE CLAVES PARA FORTALECER LA EDUCACIÓN CIUDADANA EN CHILE – PNUD- 2021

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 COMENTARIOS 

Carlos Araneda Espinoza

Ex-coordinador nacional de la unidad de Educación Cívica Mineduc 

Ex-socio de Andime.

Profesor de Estado

Magister en Educación

Su publicación coincide con un momento de inflexión para el país: estallido social 18O, un proceso constituyente en marcha en medio de la pandemia del COVID-19 y sus secuelas sociales y políticas. Este momento invita a una reflexión sobre el significado de la democracia, comprendiéndola más allá de sus aspectos procedimentales e institucionales. Su ejercicio es una condición para avanzar hacia modelos de desarrollo sostenible e inclusivos. Esto supone asumir que las personas-ciudadanos son la base y el motor de la democracia, y que la democracia está en permanente construcción y perfeccionamiento. 

El PNUD en conjunto con la UNESCO-OREALAC nos recuerdan que la educación ciudadana es central para impulsar una democracia sólida e inclusiva, que más oportuno cuando vivimos las criticas más despiadadas por las RRSS y otros medios, contra el sistema político y democrático del país. Hoy más que nunca apreciamos que uno de los elementos fundamentales para la consolidación de sociedades democráticas es el desarrollo de una cultura cívica y política participativa. A ello contribuye una educación que fomente al aprendizaje de los valores, actitudes y comportamientos esenciales para la paz, la convivencia y la cohesión social. La educación ciudadana debe, además, promover el conocimiento y la confianza de la ciudadanía hacia las instituciones y las normas para convivir, fomentando el pensamiento crítico, el cuidado del otro y del entorno, la capacidad de gestionar el conflicto y el disenso, y la participación en procesos electorales, de la toma de decisiones públicas y en el monitoreo y crítica de las autoridades y sus decisiones.

Las doce claves para fortalecer la educación ciudadana propuestas son las siguientes: 1. Integrar los enfoques de educación cívica y de formación ciudadana en la investigación y en las intervenciones educativas 2. Incorporar la perspectiva de género en la educación ciudadana 3. Incluir la perspectiva de la ciudadanía mundial en la educación ciudadana 4. Incluir la perspectiva de la ciudadanía digital en la educación ciudadana 5. Promover la construcción de un “nosotros colectivo” 6. Resolver déficits y vacíos temáticos en el currículum de educación ciudadana 7. Potenciar la educación ciudadana en los programas de formación docente, inicial y continua, y en la formación de equipos directivos y otro personal educativo 8. Generar oportunidades de educación ciudadana a lo largo de toda la trayectoria educativa 9. Fortalecer los espacios de participación democrática al interior de las instituciones educativas 10. Promover un clima de aula abierto en la sala de clases 11. Favorecer el uso de pedagogías participativas y el aprendizaje a través de la experiencia 12. Profundizar el vínculo de las instituciones educativas con su entorno. 

El diagnóstico presentado por el PNUD con investigaciones empíricas de respaldo son impactantes y dan cuenta de un retraso impresionante en momentos que se recuerdan los cinco años de promulgación de la ley 20.911 de Planes de Formación Ciudadana en todas las escuelas del país. En este informe se aprecia la tensión entre liberales y comunitaristas para concordar las debilidades conceptuales de nuestro currículo, ambos tienen sus verdades, ya que por ejemplo los datos del SERVEL manifiestan que los jóvenes recién egresados de los liceos votan en una baja proporción. En las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2017 (1º vuelta), estos presentaron una de las tasas de participación electoral más bajas de toda la población. Mientras la participación electoral de los y las jóvenes de 18-19 años fue de 36%, en el tramo 65-69 años fue de 62%. Además, existen fuertes diferencias en la participación electoral de estos jóvenes según nivel socioeconómico. Mientras que en Vitacura votó el 70% de los y las jóvenes entre 18-19 años, en La Pintana lo hizo el 24%, es decir, solo un tercio con relación a Vitacura. También por otro lado el cuadro social-ético de nuestros valores fraternales, comunitarios, solidarios con el otro, en estos últimos años en nuestro país dejan bastante que desear. 

En 2002 el PNUD mostró que Chile constituía un caso paradigmático de sociedad individualizada y de vaciamiento de las identidades colectivas o ausencia del denominado “nosotros colectivo”. Dentro de las causas atribuidas a este proceso destacaron la progresiva centralidad del mercado, la cultura del consumo, el declive de identidades colectivas tradicionales, agregó que el tan comentado modelo neoliberal ha cooptado el desarrollo de individualidades muy celosas de todo lo colectivo, el homo politicus ha sido derrotado por el homo economicus, la sociedad del rendimiento como dice el filósofo Byung-Chul Han , en que transitamos del anterior “sujeto de obediencia” ahora ha sido reemplazado por el “sujeto del rendimiento”, si fracaso, fracasa el individuo no la sociedad. 

El PNUD diagnostica que dentro de los déficits y ausencias en el currículo y en los contenidos que aprenden los estudiantes chilenos a lo largo de su trayectoria escolar, se reconocen que los valores del bien común, la justicia social, la solidaridad y la tolerancia tienen muy baja presencia; del mismo modo que contenidos asociados a la participación electoral y el voto, la negociación, la deliberación, el sistema judicial y electoral, y el Estado de derecho. Una mirada complementaria se encuentra en el análisis curricular realizado por el Instituto Nacional de Derechos Humanos (2015), que constata una incorporación tardía en el currículum escolar de la comprensión de qué son los derechos humanos (8º básico), así como pocas oportunidades para conocer los elementos relacionados con la exigibilidad de dichos derechos, sus mecanismos de protección y la institucionalidad nacional e internacional a cargo de ellos. 

A propósito de lo anterior, durante el 2018, mi último año en el MINEDUC, recorrí el país realizando talleres de ciudadanía con docentes y directivos de distintas escuelas y realidades. Al pedir que resumieran en dos palabras el significado de la implementación de los planes de formación ciudadana en sus escuelas, según la ley 20.911 de 2016, escasos docentes contestaron “democracia y derechos humanos”. Luego, conversando sobre el tema, reconocieron que, transcurridos tres décadas de transición a la democracia, todavía les cuesta verbalizar dichos conceptos, sienten que son “peligrosos” y, en algunos casos, los padres les critican estar “politizando” las clases, situación muy parecida a las temáticas de educación sexual. 

Respecto a la formación continua (no muy distinta en inicial), estudios cualitativos con docentes constatan que los profesores no han realizado capacitaciones específicas en educación ciudadana, lo que muestra que la preparación en esta área no es considerada dentro de los planes de formación continua. De forma consistente, el principal requerimiento señalado por los y las docentes de Chile para poder enseñar de forma efectiva la educación ciudadana es el desarrollo de más iniciativas de formación continua, en las que se aborden contenidos prácticos para la formación de la ciudadanía. 

Algunos diagnósticos sobre las escuelas chilenas las describen como espacios desconectados de sus entornos. Se describe así a las “escuelas-islas”, instituciones cerradas que no interactúan con los diferentes actores sociales del barrio en el que se encuentran ni tienen disposición para contribuir de manera significativa en la transformación social de sus entornos. Las sugerencias que realiza el PNUD en este estudio de 125 páginas están disponibles en su página web, indudablemente apuntan a nuestras debilidades en la implementación de la educación ciudadana en Chile, por ejemplo: Promover que los y las estudiantes conozcan e identifiquen los problemas de sus comunidades, a través de la elaboración de diagnósticos participativos entre las instituciones educacionales y las comunidades. Integrar los programas de formación docente (continua e inicial) con el aprendizaje cooperativo, la metodología de aprendizaje por proyectos y el aprendizaje-servicio. Involucrar a padres, madres y apoderados en las actividades de educación ciudadana, promoviendo las conversaciones sobre temas públicos/políticos entre estos y los estudiantes.

Fomentar la incorporación en los planes de formación ciudadana de los establecimientos educacionales la promoción de actividades orientadas a la información, concientización, conocimiento y práctica acerca de los derechos y los deberes que implica la ciudadanía en democracia, también el aprendizaje teórico y práctico de habilidades socioemocionales que consideren a la autoestima, la autoconfianza y el cuidado personal como bases esenciales para favorecer en las personas el cuidado, el cariño, la empatía, la amistad y la solidaridad hacia los demás, cimentando así el desarrollo de las relaciones sociales indispensables para la construcción de un “nosotros colectivo” sustentadas en la búsqueda del bien común. 

En definitiva recomendamos la lectura por las comunidades escolares de este documento del PNUD y especialmente por las autoridades ministeriales de turno para replantear las políticas al respecto y volver a recuperar la escuela chilena como formadores de ciudadanos integrados a la comunidad en forma activa y propositiva, todo lo cual obliga a un giro también en el presupuesto del sector que creo sin equivocarme debe ser uno de los más bajos del sistema, si queremos incentivar y valorizar nuestra vida en democracia, respeto por todos de los DDHH y construir una sociedad ética, indudablemente debemos invertir más en la educación ciudadana.