Ensayo sobre el Príncipe de Maquiavelo

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Ciclo de  ensayo de dirigentas delineando nuestra educación como país en el Chile del siglo XXI basados en el libro de «El Príncipe» de Nicolás Maquiavelo.

LARA DEL PILAR ALARCÓN MEDINA

PROFESORA DE EDUCACIÓN GENERAL BÁSICA

DIRIGENTE ANDIME REGIÓN ÑUBLE

 Quisiera comenzar este ensayo sobre el Príncipe de Maquiavelo diciendo que su obra no deja indiferente a quien se aproxima a su lectura, pasando a ser uno de los creadores de la ciencia política, de la filosofía, de la historia, de la teología, de la sociología, la psicología del poder, el derecho, la literatura, y podríamos añadir aún otros campos intelectuales. Él   fue capaz en su tiempo de abordar problemas sociales y políticos que mantienen vigencia y actualidad en cierta forma fue capaz de catalizar algunas de las claves permanentes de la conducta social y política de los hombres a lo largo del tiempo. Y seguramente también diagnosticó algunos de los elementos nodales del pensamiento pedagógico vigente hoy.

Para poder precisar lo que requiere la coexistencia humana, debemos tener claridad sobre el fondo de cómo somos los hombres, qué nos moviliza y cuáles son los aspectos fundamentales que influencian en el comportamiento de las personas, pese a que la naturaleza del hombre es compleja, su esencia más simple tiene que ver con la dualidad egoísmo ,altruismo el egoísmo que busca el beneficio personal casi exclusivo, y altruismo que persigue el beneficio también de los otros, el bien común y el sostenimiento de lo social.

El egoísmo define la naturaleza del hombre, entonces deberíamos estudiar esta faceta de la personalidad y para que los seres humanos, conozcan cómo actuar adecuadamente con sus semejantes, desde la objetividad de que cada persona, en sus relaciones personales, busca esencialmente aquello que le es favorable para él o si por el contrario asumimos la bondad esencial del hombre, deberíamos educar exclusivamente en valores humanistas como la caridad, solidaridad y generosidad.

Maquiavelo afirma que la distancia que existe entre el conocimiento del cómo viven los hombres y del cómo deberían vivir, es tan grande, que si se abandona el estudio del cómo viven, para estudiar únicamente el cómo deberían vivir, se aprende lo que construirá la ruina de las personas y no lo que perdurara de ella, por lo tanto la escuela y precisamente  el aula son la entrada de espacios de vida, donde, efectivamente, interrelacionan de forma permanente actores sociales, con historias y contextos de vida propios que se encuentran de momento sometidos a procesos de comunicación, conflicto, argumentación, negociación y consenso, es en este sentido, parece que una primera tarea de los docentes, más que enseñar, ha de ser el convencimiento propio y de los estudiantes la necesidad de aprender; es decir, acordar sobre el aprendizaje que es necesario como también el hacer de las interrelaciones personales cotidianas con procesos orientados primero al entendimiento y sólo después, al conocimiento.

Lo que plantea este florentino del siglo XVI no es descabellado en ,¿Qué hacer? ¿En qué debemos educar? si seguimos su reflexión, y lo llevamos a la educación´ del siglo XXI en que entonces esta debería enseñar estrategias para conseguir y preservar el poder sobre todas las cosas, como de hecho sucede en muchos ámbitos de la educación, pese al discurso moral que muchas veces se hace y que generalmente es elaborado con fines cosméticos. Los resultados de una educación con esta orientación atentarían contra el bien común. Desde la orilla opuesta, enseñar únicamente valores, sin el estudio y comprensión de lo social y su funcionamiento, tampoco tiene sentido positivo, por lo tanto, deberíamos  estudiar de cómo funciona la sociedad, para que a partir de la clara comprensión  y a la luz de que aporta la educación en valores, generemos una práctica que atenúe y oriente hacia lo social, la inquebrantable característica humana que nos hace buscar esencialmente el beneficio personal, por lo tanto es muy importante que en su planteamiento debemos  entender que el ser humano con ciertos valores no nace, se hace, es decir,  al igual que aprendemos matemáticas e idiomas, deberíamos aprender lecciones básicas sobre la convivencia y de cómo progresar en lo social como el respeto, la empatía, la igualdad, la solidaridad o el pensamiento crítico, sin ellos junto con otros principios éticos que nos definen como seres humanos difícilmente construiremos un mundo mejor.

El ejercicio del  liderazgo significa comprender que no se es una persona extraordinaria, sino que simplemente  tiene la capacidad para desarrollar competencias complementarias y coherentes a la hora de defender una posición, situación donde puede demostrar firmeza, madurez, convicción de sus principios, inteligencia emocional, dominio propio, lo cual le permite analizar claramente a los demás e intuir sus intenciones; esto le concede la facultad de calibrar el clima en una negociación y le proporciona facilidad para obtener acuerdos que favorecen sus objetivos y los de aquellos a quienes representa.

                                

 

 

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