CONMEMORACIÓN DEL DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA

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La Asociación Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Ministerio de Educación, ANDIME,  saluda fraternalmente a cada una de las mujeres  de nuestro Ministerio de Educación y a todas las mujeres de nuestro país que laboran dentro y fuera del hogar.

No es fácil hablar de la mujer y su historia sin pensar en la mujer o las mujeres que han forjado la historia de cada uno de nosotros/as a través del tiempo; nuestras madres, abuelas, hermanas, familiares, amigas. Las que con esfuerzo han dado su vida por el cambio social y humano tan necesario para el cambio de sociedad que todos y todas anhelamos y merecemos; el camino está impregnado de injusticias y olvidos, de utilización y dadivas legales y de trato. Por esto es tan importante detenerse y mirar a nuestro alrededor, en que no hay nada que la mujer no haya hecho o construido sola o junto al hombre a través de la historia, una historia tan esquiva en destacar su labor e importancia.

Como hemos dicho desde octubre del 2019, el Despertar de Chile, es un hecho sin contra argumentos y los trabajadores y trabajadoras  debemos promover los cambios sociales y culturales para una vida digna, siendo  la organización sindical la llamada ha posesionar a la mujer como un otro relevante para los cambios laborales, sociales y culturales que necesitamos desarrollar como sociedad, con las mujeres.

Es en este marco, que ANDIME, conmemora un año más del día internacional de la mujer, siendo ella el sentido y razón del llamado a la Unidad de la clase trabajadora, porque “cuando la clase trabajadora está unida, es invencible. Nadie se atreve contra ella, dijo don Clotario Blest,  y es la organización sindical, la que hará el sentido más amplio del término unidad, en que las mujeres, individual o colectivamente, logren el lugar que le corresponde ocupar, con articulación, tanto en la teoría como en la práctica de un conjunto coherente de reivindicaciones y derechos sin discriminaciones de ninguna índole, pensando solo en la búsqueda de la felicidad y el respeto como ser humano, tan anhelada por todos y todas.

Un aspecto importante de la lucha de la mujer, es la educación no sexista, esencial para un cambio que aporte al llamado de libertad como expresión de género, sin cortapisas ni exclusiones, proyectando a la mujer con un  cuerpo coherente de vindicaciones, una educación como proyecto político capaz de constituir un sujeto revolucionario colectivo, que parte de la premisa que afirma que todos los hombres y mujeres  nacen libres e iguales y, por tanto, con los mismos derechos.

La lucha histórica por su reconocimiento como ser, hasta nuestros días, la hizo pasar por la guillotina en 1791, que marca el inicio de la toma de conciencia de lo que es ser mujer, en la “Declaración de los Derechos de la mujer y ciudadana”, en que una mujer del pueblo y de tendencias políticas moderadas, dedicó la declaración a la reina María Antonieta, con quien finalmente compartiría un mismo destino bajo la guillotina. Este es su veredicto sobre el hombre, dice: «en este siglo de luces y de sagacidad, en la ignorancia más crasa, quiere mandar como un déspota sobre un sexo que recibió todas las facultades intelectuales y pretende gozar de la revolución y reclamar sus derechos a la igualdad, para decirlo de una vez por todas». Fuerte y real declaración sobre el patriarcado arcaico. 

 Es en el siglo XIX, el siglo de los grandes movimientos sociales emancipatorios, el feminismo aparece, por primera vez, como un movimiento social de carácter internacional, con una identidad autónoma teórica y organizativa. Además, ocupará un lugar importante en el seno de los otros grandes movimientos sociales, los diferentes socialismos y el anarquismo. En 1884, Friedrich Engels en, en su obra” El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, declaraba que el origen de la sujeción de las mujeres no estaría en causas biológicas —la capacidad reproductora o la constitución física— sino sociales, manifestando que la emancipación de las mujeres irá ligada a su retorno a la producción y a la independencia económica. Entre los anarquistas, una de las ideas más recurrentes—en consonancia con su individualismo— era la de que las mujeres se liberarían gracias a su «propia fuerza» y esfuerzo individual. Así lo expresó, ya entrado el siglo XX, Emma Goldman (1869— 1940), para quien poco vale el acceso al trabajo asalariado si las mujeres no son capaces de vencer todo el peso de la ideología tradicional en su interior.

En 1949, Simone de Beauvoir, revoluciona el mundo en los dos tomos de El segundo sexo (1949); marcando la teoría feminista como una transformación revolucionaria de nuestra comprensión de la realidad. Y es que no hay que infravalorar las dificultades que experimentaron las mujeres para descubrir y expresar los términos de su opresión en la época de la «igualdad legal», que identifica mujer con madre y esposa, con lo que cercena toda posibilidad de realización personal y culpabiliza a todas aquellas que no son felices viviendo solamente para los demás.

El feminismo liberal, que nace en 1966, en EEUU, con Betty Friedan creando la Organización Nacional para las Mujeres (NOW). Este movimiento se caracteriza por definir la situación de las mujeres como una de desigualdad —y no de opresión y explotación— y por postular la reforma del sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos

Los sesenta fueron años de intensa agitación política. Las contradicciones de un sistema que tiene su legitimación en la universalidad de sus principios, pero que en realidad es sexista, racista, clasista e imperialista, motivaron a la formación de la llamada Nueva Izquierda y diversos movimientos sociales radicales como el movimiento antirracista, el estudiantil, el pacifista y el feminista. La característica distintiva de todos ellos fue su marcado carácter contracultural: no estaban interesados en la política reformista de los grandes partidos, sino en forjar nuevas formas de vida —que prefigurasen la utopía comunitaria de un futuro que divisaban a la vuelta de la esquina— y, cómo no, al hombre nuevo. Y tal como hemos venido observando hasta ahora a lo largo de la historia, muchas mujeres entraron a formar parte de este movimiento de emancipación.

En 1992, en Atenas, las mujeres realizan una Declaración Universal, en que expresan su deseo de firmar un nuevo contrato social y establecer de una vez por toda una democracia paritaria.

LAS MUJERES CHILENAS HAN SIDO PIONERAS EN Latinoamérica de emancipación y lucha por la igualdad de derechos, como lo fue el Derecho al sufragio femenino en 1934 para las elecciones municipales en donde por primera vez se presentaron 98 mujeres de candidatas resultando elegidas solo 25. En 1949 y 1952 votan para la elección a presidente Eran otros tiempos, pero se iniciaba ya el proceso del feminismo en Chile y en 1946 se recordó por primera vez el día internacional de la mujer, en un acto público en que habló por primera vez la Profesora Amanda Labarca y se recordó a estas 44 mujeres mártires asesinadas, quemadas en represalia a sus exigencias sindicales que se traducían en derechos de igualdad y una jornada laboral de 10 horas.

En Chile, un país muy legalista en su accionar, si bien ha creado leyes para el resguardo de los derechos de la mujer, estos no han sido suficientes para determinar los cambios patriarcales que operan en el Congreso y los gobiernos de turno, con visión neoliberal y de sumisión ante ideas arcaicas, sin la mirada esencial, como es la necesidad de un cambio cultural, que hoy más que nunca Chile debe estar a la vanguardia en las reivindicaciones de género, porque somos un referente mundial a partir de “Un violador en su camino” de Las Tesis, que fue la luz que marcó la profundización y fuerza del movimiento de mujeres por la lucha por la vida, su vida, en el mundo; en contra de la violencia de género y principalmente por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. En el mundo laboral sabemos la debilidad del sistema para la protección y apoyo a la mujer trabajadora, la falta de respeto y reconocimiento ante sus múltiples funciones en la sociedad, como es la mantención y desarrollo de la familia   y  en el cumplimiento y responsabilidad laboral externa al hogar. La legislación vigente es palabrería y no verbo, que durante la pandemia se evidencio con mayor nitidez; la precariedad del resguardo de derechos de la mujer, principalmente a las madres con trabajo remoto, que en muchos casos fue un “favor concedido por las jefaturas” y no un derecho legal. Una sociedad que no respeta los derechos de la mujer y de los niños, no tiene futuro ni trascendencia. Cambios que deberemos colocar como prioridad en la Nueva Constitución, en cuyos principios debe estar el respeto a sus derechos como mujer, madre y persona. Sin este reconocimiento no habrá desarrollo ni cambio cultural en Chile.

Hay mucho camino recorrido por la mujer, pero falta mucho para su real reconocimiento y lugar en la vida de la sociedad, como lo expresara Gabriela  Mistral en su nota “La instrucción de la mujer”, publicada en La Voz de Elqui, en Vicuña, un  8 de marzo  de 1906: “Las mujeres formamos un hemisferio humano. Toda ley, todo movimiento de libertad o de cultura nos ha dejado por largo tiempo en la sombra. Siempre hemos llegado al festín del progreso, no como el invitado reacio que tarda en acudir, sino como el camarada vergonzante al que se invita con atraso y al que luego se disimula en el banquete por necio rubor. Más sabia en su inconsciencia, la naturaleza pone una luz sobre los dos flancos del planeta. Y es ley infecunda toda ley encaminada a transformar pueblos y que no toma en cuenta a las mujeres”. Más de cien años y aún seguimos en la misma lucha.

Por esto, este 2021, ANDIME y la clase trabajadora, debe avanzar con paso decidido a un ¡NUNCA MÁS SIN NUESTRAS COMPAÑERAS MUJERES!